martes, 12 de febrero de 2013

La vida sospechada.


La sonrisa vulgar de las sombras, una linda mueca si la luz está por todas partes, es de la noche la propuesta insurgente, la caricia entre las piernas que gimen enjauladas pidiendo libertad, cuando desviamos nuestra muerte a una tumba, cuando una nube nos llora de oro el bolsillo sin necesidad, es porque el tiempo es demasiado distraído, no íbamos a ningún lugar, el lugar se sentaba con nosotros, nos escribía en sus libros...

Usurpadas nuestras carnes por nuestros fantasmas, decimos en vez de un día un final acostado, en vez de locura una cómoda corbata, en vez de decir fingir para las estatuas, hasta que somos lejanos de nuestros pasos, recuerdos absurdos de nuestra mala memoria…

De sobras putrefactas se llenaban las cáscaras, esa calle que actuaba en las noches de burdel avergonzado, sigue caminando, que no sobre una sola prenda que no sea la propia piel, no te detengas, mójate de letras las arrugas más alegres, que hoy te hablo de las formas que no tengo en la lengua, esas que imagino en un día sin veredas, la ruina que sospecha unos dientes gigantes…

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Claustro,
mi más propia catástrofe,
mi más vacuo querer ser,
o no estar,
o estar sin ser ni lugar,
o querer sin estar,
o tener sin mar,
o amar sin color ni sueño...

Buenas noches...