No estoy más cerca del
viaje en el que muero por recordar la primera escena en los árboles muertos,
mi ligero,
mal pagado ardor por el
fuego en el que nunca
existo,
solo transcurro sin acudir
a la muchacha suicida que invento.
Estoy despojado de la mano
derecha de Vendetta,
soy un simple odio
majestuoso sin escudos,
nada que aparte dos luces
de un corazón descuidado,
abordando el silencio en la
nube de los poemas
que no leo,
arrastrando pálpitos no
nacidos en la arena.
Ya nunca entre la victoria
y la venganza,
bizarras amantes de
espaldas si yo abría un poco el vientre o sospecha al calor de una delicada
piel bajo tierra.
No entiendo que una mujer es a veces tan solo
una letra,
he contemplado la magia y
el cuento arraigados
cuando me hago de la
suavidad que me roba un viento encerrado a la vista obscena y clandestina
de una mujer sin cuerpo
cuando esos ojos resultan ser los míos.
Disperso de las memorias del delirio,
pierdo una realidad más,
escrita en la lista que
hizo caer a todos los respiros sin merecer una brisa que no salga de un amor o
boca blanca,
no es que morir de pie sea
el camino
sino el perderme en una
gota más grande que el mar frecuente,
más honda que los amantes
desgarrados,
más gota que aquella que
derramé por mas vidas de las que he vivido.
De la otra vida de los
desgraciados,
no me quedan más violines
sonando por ver nacer al poeta,
quiero que se callen para
siempre,
que no me toquen cual sus cuerdas,
quiero ser uno,
piel o comprensión de los
astros inertes al salir radiante uno que ilumina la oscuridad,
el más grande al llegar tan
siquiera a llorar por la montaña elevada,
clavar un sincero amanecer
que llena de luz el otro lado de la luna,
morir con fuego,
hablarle a un alma viéndola
con esos ojos míos,
vivir sin vacíos,
dormir y darme cuenta al
despertar que yo soy el sueño.
Bellas letras para tu V
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